Un estudio reciente sugiere que nuestra galaxia, la Vía Láctea, no puede ser vista por un tercio de la humanidad. ¿Porque? Millones de focos urbanos permanecen encendidos en nuestras ciudades todas las noches, pero solo una parte de su luz se utiliza para iluminar calles o aceras; el resto se pierde y se emite por encima del horizonte, iluminando el cielo nocturno y contribuyendo a lo que se conoce como contaminación lumínica.
Como el brillo artificial de las ciudades aumenta cada año, las consecuencias de este fenómeno urbano van más allá de impedirnos ver las estrellas. Otros efectos dañinos incluyen: causar deslumbramiento peligroso que puede reducir la seguridad, consumo excesivo de energía, desperdicio de dinero y recursos, interrupción de los ciclos naturales de día y noche de los ecosistemas, supresión de la producción de melatonina y varias repercusiones negativas para la salud pública. En este sentido, elegir las luminarias adecuadas (con un diseño bien pensado) es fundamental para reducir la contaminación lumínica.
Si bien hay otros elementos que contribuyen a este fenómeno –como vallas publicitarias, letreros y fachadas iluminadas– gran parte de esto se debe a una iluminación ineficiente. Está claro que el alumbrado público es necesario en entornos urbanos para garantizar la visibilidad y la seguridad. Pero más que disminuir el número de luces, todo se reduce a un buen diseño, que es precisamente donde los arquitectos y diseñadores juegan un papel fundamental.
El papel del diseño
Existen tres pasos para minimizar la contaminación lumínica desde una perspectiva de diseño: usar colores más cálidos, atenuar la luz y protegerla. En primer lugar, en lugar de utilizar luz azul –que tiene un mayor impacto en los ritmos circadianos– se recomienda utilizar LED de menor temperatura que emiten una luz en tonos más suaves, amarillos o más rojos (generalmente sin superar los 3000K). Además de ser producidos con la misma eficiencia energética y precios similares a las alternativas azules, dispersan menos luz y por lo tanto son más amigables con el cielo nocturno. Además, para aspirar a la sostenibilidad a largo plazo, los niveles de iluminación deben ser moderados, uniformes y adaptados al uso, la zona, la hora del día y el tráfico. De hecho, la mayoría de las luces exteriores se pueden atenuar en un 25% sin pérdida de visibilidad.
Otro factor crucial es garantizar que la luz se dirija de manera efectiva para cumplir su propósito en lugar de dispersarla por el cielo. ¿Cómo? Todas las luminarias deben estar completamente protegidas o cortadas para que ninguna luz se escape por encima de la horizontal. De esta manera, en lugar de proyectarlo hacia arriba, se dirige hacia abajo – idealmente con un ángulo estrecho que restrinja aún más el resplandor sobre la ciudad.
Postes de iluminación que incorporan una o más de estas condiciones en su diseño, contribuyendo activamente a la reducción de la contaminación lumínica.
Poste Albertslund Maxi / Louis Poulsen
Esta luminaria emite una luz simétrica, dirigida hacia abajo y sin deslumbramiento. Mientras que una pantalla superior hecha de fibra de vidrio moldeada evita que la luz se emita hacia arriba, los reflectores de pintura blanca crean una distribución de luz cómoda y difusa.
Poste de iluminación directa Arne / URBIDERMIS SANTA & COLE
Con una amplia gama de soportes ajustables para iluminación directa o indirecta, esta versátil farola proporciona una distribución de luz precisa y eficiente energéticamente, brindando luminosidad funcional para muchos espacios urbanos.
